Foro Juan Rulfo

martes, 29 de junio de 2010

Yo espero, tú esperas... No desespero, no desesperes...

La idea central de “El efecto educativo de las expectativas” es que al comienzo de un nuevo ciclo escolar todos nos generamos expectativas. Además, para los estudiantes recién llegados hay mucha tensión porque están enfrentándose a una situación totalmente nueva y no tienen la certeza de ser aptos para poder sobrellevarla. El llamado es para que los docentes reflexionemos y consideremos este hecho en nuestra práctica y con ello colaborar a la integración de los muchachos a su nueva experiencia.
Durante nuestros primeros contactos con los estudiantes comenzamos a generarnos expectativas y podemos decir que casi los “clasificamos”, ello hace que los tratemos de maneras determinadas. De algunos suponemos que no serán capaces de aprender y ellos reciben ese mensaje y cumplen la profecía. La idea es entonces tratar de no generarnos expectativas bajas sino hacerles ver que confiamos en que podrán aprender y enviar un mensaje motivador.
En términos generales, estoy de acuerdo con la propuesta; sin embargo, me ha sucedido que me genero expectativas altas y eso resulta contraproducente. He tenido estudiantes de quienes creo serán capaces de aprender y de dar más de lo que suelen dar y después veo que se han sentido presionados. ¿Cómo logro estimularlos sin generarme expectativas tan altas que los lleven a frustrarse? Supongo que tendré que buscar la manera de regular eso y leer mejor a los estudiantes, no todos estamos listos para que nos muevan de nuestra área de seguridad.
Este texto también resalta la importancia de conocer más a los estudiantes y relacionarnos con ellos interesándonos en sus asuntos. Esta parte resulta vital para un modelo como el nuestro en el que además, somos tutores. Aunque considero que no debemos perder de vista que las relaciones no son responsabilidad de una sola parte sino de quienes están vinculados en ella. No hace mucho escribía acerca de que somos humanos educando a humanos y veo ahora que no vamos a poder conocer a nuestros estudiantes si no nos conocemos a nosotros mismos y no nos dejamos conocer, si no mostramos nuestra humanidad con sus altas y sus bajas. Así pues, todos nos generamos expectativas, pero la cuestión es ponerlas a favor del crecimiento conjunto y no en contra. Por eso digo: yo espero, tú esperas... No desespero, no desesperes. Paciencia y a trabajar.

lunes, 28 de junio de 2010

Las tecnologías

En "Y la tecnología cambió los escenarios o el efecto Pigmalión se hizo realidad" los autores reflexionan acerca de los cambios que trajo consigo el surgimiento de una sociedad industrial en el campo educativo. Se requirió instaurar un sistema educativo básico, al parecer, con la intención de capacitar a los trabajadores, más que con un afán educador en un sentido amplio, con la finalidad de tener mano de obra capacitada.
Hablan también de los cambios que implicaron distintas tecnologías, tales como el fonoscopio, el libro y la televisión. Con estos antecedentes nos llevan a considerar lo revolucionario que resulta ahora el mundo de la informática y las nuevas tecnologías para el campo educativo. Las tecnologías se están desarrollando a una velocidad tal que no dan tiempo para hacer un análisis detenido de ellas y su influencia. Además, y esto me llama mucho la atención, hay una acumulación impresionante de información y tener acceso a ésta no necesariamente implica conocimiento ni aprendizaje.
Los docentes tendremos nuevas tareas ante este cambio: capacitarnos en el uso de las tecnologías; enseñar a discernir a nuestros estudiantes entre el tipo de información que pueden elegir como la más confiable para generar sus propios conocimientos; romper nuestras propias resistencias al uso de las TIC’s y usarlas como una herramienta más para nuestra labor.
De acuerdo a los autores, el uso de algunas tecnologías puede implicar, y de hecho ya sucede, que el aprendizaje no se dé necesariamente en una interacción directa. Ello requerirá estrategias nuevas y bien planificadas por parte de los docentes para hacer un uso crítico y creativo de las tecnologías. A pesar de mis resistencias hacia la tecnología (la más evidente es libros vs. internet), confieso que ya le estoy perdiendo el miedo y diseñando nuevas actividades (que las incluyan) para el próximo semestre.

jueves, 24 de junio de 2010

Metacognición para todos

La metacognición implica, vuelta a lo mismo, conocernos y reconocer nuestras capacidades e incapacidades. Vernos a nosotros antes que al otro, ubicar qué deseamos, a qué estamos dispuestos y lo que necesitamos para realizarlo. De acuerdo a lo leído esta semana interpreto que la misión sería lograr que los estudiantes se conviertan en seres maduros y autónomos capaces de aprender por sí mismos. ¿Podremos hacerlo? En mis días optimistas creo que sí, sin siquiera dudarlo. En los días difíciles comienzo a dudarlo, pero creo que a pesar de ello lo intento. Considero firmemente que se educa más con el ejemplo que con el discurso, se educa más con acciones concretas que con buenas intenciones.
¿Cómo podemos pretender crear seres maduros y autónomos si nosotros mismos no siempre lo somos? ¿Qué tanto asumo yo mis responsabilidades como para poder decirle a otro que lo haga? ¿Cómo venzo mis propias resistencias al cambio para compartirle al otro mi experiencia al cambiar y así mostrarle uno de los posibles caminos? ¿Cómo le digo a un joven que es apasionante aprender? ¿Reflejo ese mensaje en mis acciones? ¿Cómo le digo a un muchachito que sea autónomo y que no aprenda para cubrir la asignatura si vive en un país en donde muchos trabajan sólo para ganar un salario (algunos porque no tienen otra opción) y no se apasionan por lo que hacen? Y no se trata de ser seres perfectos, porque por fortuna esos no existen. Pero sería más sencillo reconocernos humanos para educar a humanos.
Y entonces se agolpan en mí varias ideas del pensamiento complejo sumado ahora a la metacognición. Reconozco qué quiero como profesora, aunque a veces me resulta más sencillo saber lo que no quiero. Veo que mis deseos, objetivos y metas pueden cambiar y siempre estarán cambiando. Identifico que tengo un método con tendencia a convertirse en un anti- método y que no lo tengo del todo sistematizado. Encuentro que pongo en práctica estrategias (que ignoraba que lo eran) que arrojan buenos resultados y otras como de la era de las cavernas.
Ahora soy consciente de que a partir de mis propios procesos de aprendizaje elaboro estrategias para compartirlas; sin embargo, mis estrategias personales no son necesariamente las que servirán a mis estudiantes. ¿Cómo lograr que ellos generen las suyas? Hay jóvenes, por ejemplo, que me dicen que se concentran mejor para estudiar si escuchan música. Eso a mí no me ha funcionado nunca y lo deshecho, no creo que sea posible que puedan concentrarse así. ¿Será cierto?
Cuando Burón habla de los alumnos que estudian para aprobar recuerdo a algunos y mi encuentro con ellos. Me ubico retándolos para que de verdad aprendieran y pienso en su resistencia absoluta, en su soberbia. Recuerdo que me costó trabajo entender que no quisieran aprender a aprender; para ellos era suficiente quedarse donde estaban y se confundían pues para otros profesores ellos eran excelentes alumnos. Recuerdo que también me confundí y me costó trabajo entender y respetar su decisión.
Descubro que suelo plantearles el aprendizaje como cambio. Al final evalúo si hubo cambios de sus primeros a sus últimos trabajos. Veo también si comenzaron a observarse a sí mismos y a asumir la responsabilidad de su aprendizaje, aunque no tengo instrumentos de medición bien definidos, lo hago muy empíricamente. Para diseñar estrategias hay que observar qué y cómo lo hacen los estudiantes; ello me hace pensar en la importancia de las asesorías en el cubículo, es ahí en donde se posibilita más la observación. Concluyo que tengo trabajo por hacer.
Burón menciona que los profesores solemos creer que las estrategias dependen más del alumno que de nosotros y si no entendí mal, dice que es más nuestra labor. Difiero un poco. Creo que la aplicación de estrategias es una responsabilidad compartida. ¿De qué sirve que un docente diseñe mil y una estrategias si los estudiantes no las usan? Y no son únicamente responsabilidad de los docentes y de los alumnos. ¿Cuál sería la responsabilidad de la institución? ¿Cuál la de los administrativos y cuál la de los padres de familia? De acuerdo a lo que leíamos del pensamiento complejo, todos formamos parte de un sistema y del mismo paisaje educativo. Si un engranaje no funciona, la maquinaria se detiene; por ello, la metacognición no debe ser puesta en práctica sólo por docentes y estudiantes sino por todos los implicados en el proceso educativo. De poco servirá que sólo un grupo asuma su responsabilidad, pero es un buen comienzo.

miércoles, 23 de junio de 2010

Fragmento de Paulo Freire

“…la tarea del docente, que también es aprendiz, es placentera y a la vez exigente. Exige seriedad, preparación científica, preparación física, emocional, afectiva. Es una tarea que requiere, de quien se compromete con ella, un gusto especial de querer bien, no sólo a los otros sino al propio proceso que ello implica. Es imposible enseñar sin ese coraje de querer bien, sin la valentía de los que insisten mil veces antes de desistir. Es imposible enseñar sin la capacidad forjada, inventada, bien cuidada de amar”.
Freire, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar. México:
Siglo veintiuno, 2009. p. 8.

martes, 15 de junio de 2010

Ya he mencionado antes que este es mi primer acercamiento al Pensamiento complejo, así que aprovecho las lecturas más recientes, dado que en varias retoman ideas abordadas en otras sesiones, para hacer un breve recuento acerca de lo que el seminario me ha llevado a reflexionar.
Hay ideas que resultan muy novedosas —como la de dar espacio a lo incierto en el asunto educativo, los bucles o la crítica al pensamiento científico, por citar sólo algunas— y otras que había escuchado o leído en sitios que no tienen que ver directamente con la complejidad —como la apuesta por las comunidades de aprendizaje o la necesidad de educar los valores y darle cabida a la esperanza y al amor en la educación—. Hay conceptos sencillos de comprender y otros que necesariamente tendré que estudiar mucho más.
De lo leído hasta ahora hay varias cuestiones que me parecen sumamente significativas: el llamado a la acción y a sacudirse la pereza de espíritu; el pedido para asumir la responsabilidad que a cada uno nos corresponde para con nosotros mismos y para con los otros en tanto somos sistemas insertos en otros sistemas; la crítica que hace Morin a la actitud soberbia de escritores, intelectuales y universitarios y la necesidad de volverse auto-reflexivos y conscientes del propio comportamiento.
Para mí estas cuestiones tienen un denominador común: sobrepasan lo puramente académico y tocan directamente asuntos personales. Creo que puede hablarse de un llamado hacia el cambio personal y eso hace del pensamiento complejo una idea provocadora, confrontadora. Cambiar no siempre es fácil, implica movimiento, pérdida de comodidad, dejar lo conocido, lo que nos protege.
El pensamiento complejo no resuelve nada a quien lo aborda, al contrario. Si estás dispuesto a ser provocado comienza a generarte dudas sin respuestas sencillas; algunas llevará años resolverlas y otras quizá quedarán sin solución. Hasta hoy he visto que el pensamiento complejo no es complaciente; te reta constantemente y pone en juego tus capacidades y tus incapacidades.
Veo ahora que tengo cierto grado de complejidad, no sólo por no ser sencilla, como ya se los había dicho, sino porque concibo el aprendizaje como cambio. Para mí cualquier espacio es un paisaje educativo que siempre me da la posibilidad de aprender: desde una conversación de lo más casual en un pasillo, hasta las experiencias gratas o ingratas.
Dice Morin: “El egocentrismo cultiva la self-deception, el autoengaño engendrado por la autojustificación, la autoglorificación y la tendencia a adjudicar a los demás, extraños o no, la causa de todos los males”. Ser responsable implica crecer, ser auto-reflexivo y vivir en la conciencia. Ello nos permite sabernos humanos y entender que trabajamos, vivimos y convivimos con otros humanos.
Retomo algo que le decía hace poco a Cristal en su blog: “Creo que los temores que tenemos al reconocer que algo no nos sale bien o que algo no sabemos viene de las viejas formas, que, dicho sea de paso, también creo que no están del todo mal. Y supongo que de eso se trata, de tomar lo que si nos sirve del antes, de nosotros mismos y de los otros, para crear un antimétodo propio que siempre podrá cambiar. Creo que a pesar de que los cambios nos pueden aterrar, son la mejor señal de que seguimos vivos...”
Si bien la reflexión acerca de nuestra práctica docente es el fin del seminario, me resulta sorprendente descubrir que el pensamiento complejo invita a revolucionarte de manera personal antes de pretender revoluciones externas.

martes, 8 de junio de 2010

A partir de lo visto hasta ahora en el seminario, sumándolo a las evaluaciones que los estudiantes hicieron del curso y al número de jóvenes que cubrieron la asignatura, sin duda concluyo que habrá que hacer algunos ajustes. Ya les decía de mi resistencia a usar estas nuevas tecnologías, algo cambiaré al respecto. También creo que una idea que comenzamos a trabajar Pedro y yo al principio del semestre podría dar buenos resultados, pero eso mejor lo comentaremos de viva voz.